Capítulo 4
Negocios proféticos
Capítulo 4
Negocios proféticos
En primer lugar, quiero que veamos el significado, según la Real Academia Española, de la palabra “negocio”: “(Del lat. negotĭum). 1. m. Ocupación, quehacer o trabajo”. Cito esta definición porque en algunas culturas la palabra “negocio” no está muy bien vista, y menos cuando se la liga al vocablo “profético”, lo que da una idea de algo corrupto, relativo a quienes obtienen una ganancia impropia del ministerio o usan el ministerio para su provecho.
En la versión de la Biblia Reina Valera 1960, la palabra “negocios” aparece unas diecisiete veces. Incluso, en Lucas 2:49, está en boca del propio Señor Jesús, justamente en el sentido que le daremos en este capítulo: “Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?”. Jesús no estaba usando a Dios para sus fines, sino que, por el contrario, se estaba entregando al trabajo en pos de lo que le convenía a su Padre. En realidad, negociar no es malo, lo malo puede ser el fin o la manera en que cada uno negocie. Alguien dijo alguna vez que hacer negocios es negarse al ocio, y me parece lo más correcto.
Ahora que dejamos claro que tener un negocio significa tener una ocupación, quehacer o trabajo, quiero que pasemos a una segunda cuestión, algo que pretendo mostrarle para llevarlo a un vivir perfecto en lo que a ocupación se refiere. Veamos con mucha atención el pasaje de las Escrituras de 2 Reyes 4:1-7: “Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. El le dijo: Vé y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite. Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Vé y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.”
Le he pedido que leyese con mucha atención este pasaje por el hecho de que admite dos interpretaciones: la literal (la de una viuda necesitada económicamente y bajo una gran amenaza) y la profética, que vamos a desarrollar en este capítulo. Debemos analizar el relato con mucho cuidado, distinguiendo claramente la parte literal y la profética.
En primer lugar, voy a referirme al sentido literal y más superficial de la historia, para lo cual es preciso que prestemos atención a algunos detalles muy significativos.
Una mujer de las mujeres…
Al entrar en esta historia, lo primero con que nos encontramos es con una mujer, pero no con cualquier mujer, sino con la esposa de un profeta, quien a su vez había sido hijo ministerial y servidor de los profetas Elías y Eliseo. Es común que muchos lectores y hasta comentaristas de la Biblia pasen por alto el significativo hecho de que esa mujer y su esposo estaban bajo la paternidad del profeta Eliseo. Como sabemos, cuando alguien ha vivido o vive bajo la paternidad de un hombre de Dios, para servirle y proyectar el ministerio, nunca será descuidado, ya que la paternidad equivale nada menos que a un ejército que rodea y protege a la persona paternizada.
En mi libro Paternidad de fe, lo explico así: “Cualquiera que pueda tener la revelación de lo que significa la paternidad, nunca jamás querrá vivir fuera de ella. Eliseo vivió intensamente el tener a un padre, y no solo que lo siguió y respetó, sino que lo valoró: él sabía lo que significaba su padre, tanto para él, como para la nación; y creo
-en lo personal- que una de las mejores representaciones acerca de lo que significa un padre se puede encontrar en el clamor de Eliseo cuando su padre Elías le fue quitado, 2 Reyes 2:12 “Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!” es realmente conmovedor imaginarse el grito clamoroso de Eliseo
“Padre mío, padre mío” y la comparación que hizo cuando dijo: “carro de Israel y su gente de a caballo” Eliseo clamó declarando que la paternidad de Elías había sido comparable a un ejército armado. Cuando es separado de su padre, sintió en lo más profundo de su ser, que estaba quedando como una ciudad que pierde su ejército. Sintió la desprotección y la vulnerabilidad con la que tendría que vivir, desde ahora en más, que no estaba su padre. Nada más claro para entender que un padre es cobertura al nivel de un ejército.
Todo aquel que tiene y valora a un padre, podrá sentir la más segura cobertura sobre su vida de propósito”.
¿Puede ver por qué razón esta mujer no era cualquier mujer? Ella era hija, por el ministerio de su esposo, del profeta Eliseo. Su esposo falleció y, por alguna razón, no la dejó en una buena condición económica, pero le dejó a su casa la mejor herencia que un hombre pueda dejar, que es la de haber vivido bajo una cobertura paternal, con toda sumisión, como un siervo, aun siendo un hijo ministerial del profeta. Es por eso que, cuando el hombre murió, en medio de la crisis de su casa, el resultado de esa vida sujeta a un padre ministerial se hizo visible.
¿Sabe cuánta tristeza siento cuando veo que las casas de muchos cristianos atraviesan momentos de crisis y ellos no tienen a quién clamar o recurrir? Son hombres que quieren ejercer el ministerio sin paternidad, no se sujetan en amor a nadie; y si se llegan a sujetar, no lo hacen como hijos a su padre, con respeto y humildad, sino llenos de pretensiones, buscando el beneficio y no la entrega. Andan de un lado para el otro y hasta piensan que la paternidad es vincularse organizacionalmente con algún otro líder u organización. Sobre esto también escribí en mi libro
El discipulado, la roca de la casa. La paternidad no es una relación organizacional; la paternidad es un vínculo creado por el Cielo, es el vínculo de un hijo con un padre, como el mismo Cristo lo impartió y lo mostró.
¿Sabe usted cuántos casos conozco de hombres de Dios que fallecen dejando su casa en ausencia de una cobertura paternal? ¿Y cuántos casos de hombres que encomiendan su casa a una organización que, al fallecer el pastor, resuelve desde su comisión poner a otro pastor, dejando que la viuda se las arregle como pueda para vivir, la
mayoría de las veces en las peores condiciones? ¡Pero qué diferente es cuando el varón vivió bajo cobertura paternal, junto a su casa! Qué mejor ejemplo que el mencionado pasaje de 2 Reyes 2:12, que habla de un hombre que se comportó como hijo, dejó a su casa la herencia de un padre y, por lo tanto, cuando esa casa estuvo en crisis, tuvo
a quién clamar que la defendiera del acreedor.
¡Gloria a Dios!
Ha venido el acreedor…
Cuando la mujer de la historia que estamos analizando le hace saber a Eliseo su problema económico, también le habla de la amenaza que tenía sobre sus hijos. Esa amenaza se concreta en el caso de una casa que no ha recibido la herencia de un padre y que no tiene a quién clamar para que el acreedor no esclavice a sus hijos.
Vivir adecuadamente en paternidad tendrá un efecto directo sobre la descendencia. Una persona que vive como hijo, sirviendo a su padre ministerial y temiendo a Dios, como lo hizo el esposo de esa mujer, es lo que asegura a su descendencia en el propósito. Sin una cobertura paternal, esa mujer no habría tenido a quién clamar para ser ayudada, y los terribles efectos de esa situación habrían caído sobre sus hijos. Pero ella clamó a quien su esposo le dejó como padre, y Dios no se tardó en usar a ese profeta para direccionar hacia la victoria a dicha mujer y a sus hijos. ¡Qué maravilloso! Usted hoy puede cambiar el destino de su casa sólo con una actitud sumisa y genuina, buscando la cobertura paternal de alguien que usted sepa que entiende lo que es la paternidad. Así es como Dios cambió el destino de la mía, cuando le rogué que me concediera estar bajo una cobertura paternal y así lo hizo. Por supuesto que no elegí a ojo, sino que esperé el testimonio que Dios me dio acerca de quién sería la persona indicada para darnos esa cobertura a mí y a mi casa. Hoy, quien nos cubre como padre es un varón de Dios que entiende muy claramente lo que es ser padre ministerial, como lo entendieron Abraham, David, Jesús y Pablo, entre muchos otros. Desde que estoy bajo su paternidad, toda mi vida cambió, y así lo han comprobado los miles de personas que me conocen. ¿Cómo no alabar a Dios?
Él le dijo…
Para terminar con lo que corresponde a lo que literalmente ocurrió en esta historia, nos encontramos con Eliseo, el profeta, que le dio a la mujer una directiva acerca de lo que tenía que hacer para salir adelante. Quizás, a simple vista, lo que le indicó no pareciese una salida efectiva, pues le hizo comenzar el trabajo o negocio con algo que ya poseía, y que era lo mínimo, algo que la mujer no podía imaginar que resolvería su problema. Sin embargo, ella obedeció al varón de Dios y pudo ver el milagro de multiplicación, que no sólo sirvió para ella, sino que libró a sus hijos del acreedor y les permitió negociar para seguir viviendo.
Todo esto nos habla de la manera en que Dios se compromete con la palabra de quienes actúan como padres sobre la gente de Su pueblo. Cuando las relaciones están en orden, Dios hace maravillas, pero cuando la gente no entiende la paternidad y el rol correspondiente a los hijos, y quiere, en su desesperación, sacar algo de Dios o de la gente de Dios, las cosas no funcionan. Dios pretende que nos volvamos a Él para poder volverse a nosotros. Dios pretende que estemos alineados con su forma y manera para poder enviarnos al padre profeta que nos hablará la palabra de dirección que nos permitirá salir adelante. Es esencial que no desechemos esas directivas por parecernos muy simples o hasta inadecuadas, porque Dios es el que hace que sus profetas hablen palabras que, aunque parezca imposible, dan buen resultado, y esto es para que la gente no piense que el de la gran idea es el profeta, sino Dios, que de algo imposible hace maravillas. Así que si usted se alinea con su padre ministerial, le sirve y teme a Dios, no dejará su casa sin una palabra de dirección que la libre y a su vez le permita hacer los negocios adecuados para su sustento, aun cuando usted ya haya partido. ¡Gloria a Dios!
Lo profético
Tal como anticipé, esta historia también tiene un sentido profético. Esto significa que, más allá de haber sido útil para el momento de esa mujer, Dios clasificó ese acontecimiento y lo integró a su libro maravilloso con la finalidad de anunciar, a través de él, un suceso relacionado con el futuro de Cristo y la Iglesia. A la viuda, el negocio que empezó le sirvió para su vida familiar, pero a Dios ese negocio le sirvió para anunciar algo espiritual.
Con respecto a los significados proféticos, no voy a profundizar demasiado en esta ocasión, para que no perdamos de vista el mensaje central ni se les complique la comprensión de este texto a los más nuevos en la lectura bíblica; pero sí le voy a mostrar algunos tipos y símbolos proféticos en la historia que estamos analizando.
En principio, tenemos a la mujer que enviudó del varón de Dios, lo que representa un tipo de Cristo en su muerte, dejando a la Iglesia necesitada de clamar para ser dirigida hacia la búsqueda de vasijas vacías (almas gentiles) fuera de la casa y a utilizar la que ya tenía en la casa (las almas de los judíos). Una una vez conseguidas las vasijas, la mujer debía llevarlas a la casa (la vida de Iglesia) y, con la puerta cerrada, junto a sus hijos (no perdiendo la vida de Iglesia íntima y separada de lo que está fuera de la Iglesia), llenarlas de aceite, es decir, del Espíritu Santo. Cuando las vasijas estuviesen llenas, debía negociarlas, para quedar fuera de la amenaza del acreedor, o los derechos de Satanás, y tener recursos que le permitiesen vivir junto a sus hijos. De esta manera, Dios nos estaba anticipando proféticamente algo cuyo cumplimiento tendría inicio en el capítulo 2 del libro de los Hechos de los Apóstoles, varios
siglos después, razón por la que digo que esta historia también presenta una línea profética.
Ahora, luego de haber visto las dos líneas que encierra la historia, podemos decir que esa mujer entró en los negocios proféticos, que es a lo que debe entrar cada persona que quiera vivir siendo sustentada por Dios y, a su vez, cumpliendo el ministerio que Dios le ha designado en la Tierra.
En otras palabras: si nuestra vida está bajo la cobertura paternal, clamaremos y se nos dará una palabra de dirección que nos hará vivir y librar a nuestra descendencia; y si la palabra para dirigirnos a nuestros negocios viene de esa manera, nuestra ocupación en los negocios tendrá un resultado doble, ya que beneficiará a nuestra casa y contribuirá a la obra de Dios en la Tierra. ¿Lo entiende? Esta viuda, con su negocio del aceite, libró a sus hijos, sostuvo la casa y sirvió a los planes de Dios, ya que con ese hecho estaba profetizando.
Su negocio no era un negocio cualquiera, como los de la gente del mundo, que sólo sirven a sus propios fines; el suyo era un negocio útil para su presente y su futuro, pero también útil para el futuro de la Iglesia, era un negocio profético.
¡Bendito sea Dios!
Es tremendo ver que cuando una persona está bajo la cobertura paternal y se deja dirigir, su ocupación o negocio no sólo le sirve a sí misma, sino que sirve a la Iglesia. Cuando alguien vive de esa manera, su negocio ya no es sólo su negocio, sino el de Dios, y como Dios se ha convertido en parte de él, se ve movido a hacer que funcione y se multiplique.
Hay quienes, por no tener la palabra de dirección de un padre, buscan hacer negocios que nunca son proféticos. Es decir, Dios no puede usar esos negocios porque ellos no hablan de nada espiritual; son negocios egocéntricos, en algunos casos llenos de injusticia y autoconfianza.
En cambio, si somos dependientes del padre que Dios nos ha dado, no quedaremos hundidos en las crisis sin que se nos dé la palabra justa que nos haga poner en marcha negocios para el bienestar de nuestra casa y de la obra de Dios.
¡Qué glorioso es vivir profetizando con nuestros negocios u ocupaciones! Este es el tiempo y la oportunidad. Podemos cambiar nuestra miseria y recibir de Dios un negocio profético; sólo debemos estar dispuestos a ser dependientes del hombre de Dios, para que nos guíe a dicho negocio y a lo que debemos hacer con las ganancias, como lo hizo la mujer del relato bíblico, que fue a Eliseo y le preguntó que debía hacer una vez que el negocio le había funcionado.
Dios siempre deja los resultados en nuestras manos. Somos nosotros los que con nuestras decisiones determinaremos lo que acontecerá y la medida de lo que recibiremos. Por eso, no deje pasar su tiempo ni deje escapar su hora. Tome ahora la decisión de dar el primer paso, que sacará los estorbos que entorpecen la gloria de Dios. Deje que Dios lo guíe hacia quien será su padre ministerial, entréguele tu corazón y permita que sus ojos miren por sus caminos, como se enseña en el Proverbio 23:26: “Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos”. Entonces, la gloria del Dios Todopoderoso lo hará entrar en los negocios proféticos que, como ya vimos, servirán no sólo para cambiar su vida, sino también para que su descendencia reciba la herencia eterna del favor divino. Usted decide. Queda en sus manos.
Oremos…
Señor, cuánta verdad hay en Tus palabras y cuántos desaciertos en nuestras vidas; tantos que, si no fuera por Tu sacrificio, ni la cabeza podríamos levantar. Pero justamente por Tu obra en la cruz es que me acerco a rogarte misericordia y compasión, para poder someter mi vida en amor a un padre ministerial que me conduzca en el propósito eterno, como lo hicieron, según estos pasajes, Elías y Eliseo. No quiero ser una persona que se conduce por su propia cuenta; quiero llegar a ser como Timoteo, de quien Pablo dijo que no había nadie que sirviera como él, que lo hacía como de hijo a Padre. Tampoco quiero ser alguien que deje su casa sin la herencia de un padre espiritual y, por ende, sin guía, sin cobertura y sin destino de gloria. Te lo pido en el poderoso nombre del Señor Jesús. Amén.