PRESENTACIÓN DE JUAN ANDRÉS BUSSO
Esta sección tiene el honor de presentar la vida, obra y pensamiento del Dr. Juan Andrés Busso, nacido el 9 de enero de 1955 en Córdoba, Argentina. Casado con Liliana de Busso, compañera inseparable en su vida y ministerio, Juan Andrés ha consagrado su existencia al estudio, la enseñanza y la vivencia del evangelio, con una dedicación particular al tema que ha marcado su llamado: la paternidad de fe.
Teólogo y estudioso de las divinidades, Juan Andrés ha hecho de la paternidad ministerial su pasión y el cimiento de su carrera cristiana. Con más de 40 años de servicio ministerial ininterrumpido desde 1983, ha entregado su vida a formar generaciones de hijos ministeriales.
Actualmente, preside junto a su esposa el Ministerio Poder de la Oración, con filiales en diversos puntos de Argentina y en múltiples naciones. Es también fundador de Desde el Cielo Multimedios, un sello editorial desde el cual ha publicado una vasta colección de obras que iluminan el camino de muchos creyentes.
Autor prolífico, Juan Andrés Busso ha escrito títulos como Paternidad de fe (traducido al portugués e inglés), Frases sobre paternidad de fe, El Quita Mufas, El discipulado, La roca de la casa, Negocios proféticos, Paternidad es el principio, Guerra de Linajes (volúmenes 1 y 2, en español y portugués) y Guerra de Altares, entre otros.
Asimismo, ha fundado la escuela “Haz de tu hijo un rey”, donde más de mil alumnos han sido formados en la visión de la paternidad ministerial, mediante ocho manuales desarrollados por la editorial que preside.
Su legado y formación han sido reconocidos internacionalmente con tres doctorados: uno en Divinidades, otro en Filosofía y Derechos Humanos, ambos otorgados por la Latin University of Theology de California, Estados Unidos; y un doctorado honorífico en Bellas Artes, con especialización en Literatura, extendido por la Universidad Palafoxiana de México. A ello se suma otra licenciatura en Medios de Comunicación.
Como conferencista destacado, ha sido invitado a más de 200 congresos en América, Europa, Asia y África, llevando su mensaje de restauración y paternidad ministerial a miles de vidas.
Cada mañana, su voz resuena a través del canal “El Tabernáculo”, donde enseña versículo por versículo la Palabra de Dios, sembrando principios eternos en el corazón de los oyentes.
Esta sección busca honrar no solo la trayectoria de un hombre que ha dejado una huella profunda en la comunidad cristiana, sino también revelar cómo la fe, vivida y transmitida a través de la paternidad, puede ser la fuerza más transformadora para las generaciones presentes y futuras.
SU VIDA ANTES DEL MINISTERIO
En un rincón humilde del interior de Argentina, donde el horizonte se mezcla con la tierra y el viento trae consigo los ecos del trabajo rural, nació Juan Andrés Busso. Fue en una pequeña localidad donde las oportunidades parecían escasas, pero donde el alma soñadora de un niño ya comenzaba a gestar un destino diferente.
Desde temprano, Juan miró más allá de los límites de su entorno, impulsado por una inquietud interior que no conocía descanso: el deseo de progresar.
A los trece años, ese anhelo se volvió impulso. Con una decisión valiente, se trasladó a la ciudad de Córdoba capital, una urbe bulliciosa, vibrante y llena de nuevas posibilidades.
Allí, el joven Juan abrazó el trabajo como una escuela de vida. A fuerza de esfuerzo, disciplina y una visión incansable, comenzó a abrirse paso en el mundo comercial. Era un adolescente con alma de pionero, convencido de que el progreso era el fruto de la perseverancia.
Sus días se dividían entre la responsabilidad y el sueño; entre la realidad del esfuerzo cotidiano y la meta de construir algo propio. Y lo logró. Siendo aún muy joven, Juan ya era dueño de sus propios comercios, y su mirada no dejaba de proyectarse hacia adelante. Para él, la vida era una serie de desafíos que podían ser vencidos con trabajo, inteligencia y decisión.
Pero la vida, con su carácter imprevisible, cambió el rumbo. Una enfermedad inesperada amenazó con apagar ese fuego emprendedor. Fue una etapa de quebranto físico y emocional. Las certezas comenzaron a tambalearse. Sin embargo, no fue el final. Fue el umbral.
En su noche más oscura, Juan encontró la luz que daría sentido a todo su recorrido. La fe en Dios no solo le devolvió la salud, sino que le reveló un nuevo propósito. Aquel espíritu emprendedor, que había forjado en la tierra y en los negocios, ahora hallaba su cauce en un llamado más alto: el ministerio.
Así nació una nueva etapa. No como una renuncia a sus sueños, sino como una transformación radical de los mismos.
La historia de Juan Andrés Busso no es solo la de un hombre de fe. Es la historia de un niño que soñó con crecer, de un joven que luchó por progresar, y de un hombre que, al encontrarse con Dios, halló la verdadera dimensión de su llamado.
“Toda gran historia tiene un comienzo. Este es el de un llamado eterno.”
EL MILAGRO DE LA SANACIÓN
Corría el año 1983. Juan Andrés Busso tenía apenas 28 años. Joven, emprendedor, con comercios propios y un futuro en ascenso. Pero aquella mañana, algo se quebró. Un cansancio inusual lo sorprendió. Su cuerpo, antes firme y activo, comenzaba a fallar. Intentó seguir como si nada… pero no pudo.
El diagnóstico fue devastador: una grave afección pulmonar provocada por el cigarrillo. La situación era tan crítica que debió ser trasladado de urgencia a un hospital especializado. El pronóstico fue sombrío. Un sacerdote fue llamado… por si no había regreso.
Un pariente, conmovido, preguntó si quería que un pastor orara por él. Pero la respuesta inicial fue negativa. Las creencias familiares no lo permitían. Sin embargo, algo más profundo que la tradición comenzó a hablarle al corazón. Con pasos inseguros, Juan fue al encuentro de ese pastor desconocido.
Pocos días después, Juan regresó al médico. Le repitieron los estudios. El resultado fue desconcertante: la afección había desaparecido por completo. “No sé qué ocurrió”, dijo el médico, “pero en esta nueva radiografía… no hay nada”. Y en voz baja, agregó: “Los milagros existen”.
Ese día, Juan no solo recuperó la salud. Nació en él una vida nueva. La fe que lo levantó de la cama, ahora lo impulsaba hacia una nueva misión. Ya no se trataba de levantar negocios, sino vidas. Aquel milagro marcó un antes y un después. Fue el inicio de un llamado. Y así, comenzó su ministerio.
“Una sanación. Un llamado. Un nuevo comienzo.”
LOS PRIMEROS SEGUIDORES Y EL COMIENZO DE UNA OBRA IMPARABLE
Solo habían pasado dos años desde que Dios le había hecho el llamado al ministerio. Aún no estaba plantado en la ciudad que más adelante se convertiría en su sede central. El pueblo donde vivía era pequeño… y su congregación también. Pero el hambre por ver la gloria de Dios y la expansión de Su obra era incontenible.
Día tras día, Juan Andrés pasaba hasta cinco horas en oración. Eran horas de clamor, de quebranto, de búsqueda desesperada. Y en una de esas jornadas silenciosas, oró algo inusual. Le pidió al Señor una señal. Una manifestación real en la naturaleza.
Minutos después, ocurrió algo que marcaría su espíritu para siempre. Un fenómeno sin precedentes en la historia de la región. Una señal tangible, impactante. En ese instante, supo que Dios haría algo grande. Aunque los recursos no estaban. Aunque la lógica lo negaba. Aunque el entorno parecía todo lo contrario.
Días después, comenzaron a llegar sueños proféticos. Confirmaciones del cielo. Y entonces llegó una invitación inesperada: predicar en una campaña evangelística en una ciudad que, sin saberlo, sería la base de todo lo que vendría.
Juan aceptó la invitación. Y en esa campaña, Dios se manifestó de forma poderosa. Cientos de personas entregaron su vida a Cristo. Milagros impresionantes comenzaron a ocurrir. Lo que parecía una campaña más, fue en realidad el inicio de una gran obra.
Uno de esos días, antes de comenzar la predicación, una mujer se presentó en el lugar donde se hospedaba. No había asistido a las reuniones, pero desde lejos, a través de los altavoces, había oído que el predicador oraba por las personas. Conmovida, le pidió ayuda. Su amiga, le dijo, estaba en profunda depresión. Había intentado quitarse la vida.
Fueron juntas a verla. Le presentaron a Jesús. Oraron. Y algo sobrenatural ocurrió. Allí, en esa habitación, la tristeza se fue. La desesperación dio lugar a la esperanza. La transformación fue inmediata.
Al ver aquello, la mujer que lo había buscado le preguntó si podía ir a su casa a enseñarles más acerca de ese Jesús. Juan aceptó. Y la semana siguiente se realizó la primera reunión de hogar… con apenas cinco mujeres.
Pero la Palabra comenzó a crecer. Y con ella, la gente. La sala quedó chica. Al poco tiempo, tuvieron que arrendar un espacio más grande. Y así, nació oficialmente el Ministerio Poder de la Oración.
Lo que había comenzado con cinco mujeres, pronto se extendió a familias, barrios, ciudades enteras. Lo que era un pequeño grupo, se volvió una red de discípulos. Y lo que parecía imposible, se hizo realidad.
Hoy, aquella semilla sembrada en obediencia ha dado fruto en cientos de lugares. La obra de paternidad ministerial que Dios encomendó a Juan Andrés Busso ha engendrado hijos en pueblos, ciudades… y naciones.
“Todo gran árbol fue alguna vez una semilla. Todo gran movimiento comienza con una simple obediencia.”
EL AYUNO: CUANDO TODO SE DEFINE
Corría el año 1995. Aún no hacía muchos años desde que Juan Andrés Busso había iniciado su ministerio en la ciudad de Villa María, donde hoy se encuentra la sede central del llamado que Dios le confió. Aquellos eran tiempos de siembra. Tiempos difíciles.
El discipulado apenas comenzaba a formarse. La obra estaba en sus primeras etapas. Las presiones eran muchas: un ministerio naciente, una familia por sostener, desafíos financieros constantes, y un camino por delante que se tornaba cada vez más incierto.
En medio de esa confusión, Juan tomó una decisión: buscar a Dios con mayor profundidad. Comenzó un ayuno de varios días. Pero al finalizarlo, la presión no cesaba. Al contrario, se intensificaba. Las dudas crecían. El futuro parecía aún más borroso. Fue entonces que eligió algo radical: entregarse por completo. A Cristo. A la Vida misma.
Sin límite de días, sin condiciones, con un corazón quebrantado y decidido, comenzó un nuevo ayuno. Un ayuno sin fecha de finalización. Su único propósito: hallar la voz de Dios. Así comenzó una jornada que lo llevaría, por gracia divina, a atravesar 40 días y 40 noches sostenido únicamente por el poder del Espíritu.
Fueron días de muerte al ego, al cuerpo, a la lógica humana. Incluso la ciencia médica quedó atónita al comprobar que aquel cuerpo seguía en pie. Pero no era el cuerpo. Era el Señor quien lo sostenía.
Y fue en medio de ese aparente desierto, donde muchos habrían claudicado, que el mismo Señor le habló. Con claridad, le reveló el ministerio de la paternidad ministerial. Un llamado no solo para una iglesia local, sino para pueblos, ciudades y naciones.
Antes de completar los 40 días, Dios ya había comenzado a obrar. Lo que parecía una semilla frágil, ahora comenzaba a extenderse como un árbol firme, con raíces profundas y ramas que alcanzaban tierras lejanas.
Aquel tiempo, que comenzó con dolor y soledad, se transformó en el punto de inflexión que dio nacimiento a un legado: una paternidad ministerial que hoy bendice a naciones en diferentes continentes.
Hoy, quedan los recuerdos de un proceso intenso. Duro. Pero también queda el dulce sabor de haber buscado a Dios con todo el corazón. Porque cuando se lo busca decididamente, Él siempre responde. Y transforma la vida. Y transforma la historia.
“Un hombre vaciado de sí mismo. Un Dios que llena. Un llamado que alcanza generaciones.”
El ministerio del apóstol Juan Andrés Busso se desarrolla bajo la paternidad ministerial del apóstol Byron Roberto Walter Padilla, PhD, presidente de Ministerios Jesús Rey de Gloria. Esta cobertura apostólica no es solo una alianza ministerial, sino una expresión profunda de honra, sujeción y alineamiento espiritual conforme al diseño bíblico de la paternidad en la fe (ministerial) (1 Corintios 4:15).
Desde muy temprana edad, con apenas ocho años, el apóstol Byron Walter fue llamado al servicio del Señor, siendo un fruto visible de la bondad y el propósito eterno de Dios. Su caminar ministerial comenzó formalmente el 5 de enero de 1975, siguiendo el modelo de Filipenses 2, sirviendo con humildad y pasión al cuerpo de Cristo.
Dotado con una unción apostólica, profética y magisterial, su ministerio ha sido instrumento para confirmar iglesias, paternizar ministerios, y establecer la sana doctrina en diferentes naciones, en obediencia al mandato de Hechos 14:22-23: “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que permaneciesen en la fe…”.
Bajo esta cobertura, el apóstol Juan Andrés Busso, junto a su familia y todo el ministerio que Dios le ha confiado, camina en obediencia, herencia y legado, reconociendo en el apóstol Byron Walter la autoridad espiritual que Dios ha provisto como padre ministerial para su edificación, alineamiento y expansión apostólica. (Para más info: https://ministeriosjesusreydegloria.com/)